La situación que estamos viviendo es totalmente excepcional, hay quién la compara con el batacazo económico posterior a la Guerra Civil. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) en 2020 la crisis del coronavirus o COVID-19 provocará que el Producto Interior Bruto (PIB) caiga un 8% y la tasa de desempleo aumentará seis puntos, hasta el 20,8%.
En tiempos extraordinarios, se requieren medidas extraordinarias, y para el caso de los alquileres de locales comerciales fundamentalmente, igual. Debemos ser conscientes de que el enemigo del arrendatario no es el arrendador ni al contrario. Ahora más que nunca la empatía y la sensación de jugar en el mismo equipo deben imperar. Tiene que haber una comprensión mutua y una vista con perspectiva de ambas partes.
Siempre he pensado que el problema de los locales vacíos, que en muchos casos podemos ver en el centro de Córdoba, se debía a la equivocada percepción que tras la crisis financiera de 2007-2014, los locales iban a volver a recuperar su valor. Percepción totalmente lícita y comprensible pero que ha provocado que muchos locales se mantengan cerrados durante años o que se hayan alquilado esporádicamente a negocios que después no eran sostenibles y que volvían a cerrar.
Muchos propietarios no veían que el cambio de hábitos de consumo y el auge de internet estaba ya suponiendo un cambio de mayor calado que el de cualquier crisis.
Y ahora llega esto…
El propietario debe tener amplitud de miras, ponerse en la piel de su inquilino y tener visión de equipo, para juntos, afrontar el futuro. Futuro incierto para el propietario, pero más aún para el arrendatario/inquilino, que en la mayoría de los casos, el pago del alquiler es sólo uno de sus frentes abiertos para que su negocio sobreviva. Si un arrendador quiere rentabilidad en su local, su preocupación inicial debe ser que el negocio de su arrendatario funcione lo mejor posible.
El arrendatario/inquilino igualmente debe ser comprensivo, pues aunque debe afrontar una dura tormenta, es la misma que debe lidiar el arrendador, cada uno con sus circunstancias, en muchos casos desconocidas o presupuestas erróneamente. Y ni qué decir tiene, que el arrendatario no debe aprovechar la situación para conseguir unas condiciones exageradamente ventajosas.
O la compresión es mutua y profunda, a la vez que responsable, o las consecuencias para ambas partes serán irreparables.
Mucho ánimo a arrendatarios y arrendadores.